La
visión del progreso que ha impulsado la
economía del mundo desde la segunda guerra mundial ha enriquecido a muchos,
pero ha empobrecido a la Tierra, la velocidad con que dicha destrucción opera
se ha acelerado en gran manera por la exportación de esta visión del progreso,
a todos los rincones de la tierra.
A
la mayoría de la gente le resulta más fácil medir la riqueza en términos
monetarios o en función del beneficio que puede obtenerse de ella, el daño
irreversible no solo consiste en la perdida de especies sino que también se han perdido hábitats enteros.
También
puede calificarse de irreversible el uso que hacemos de aquellos recursos que
son limitados e imposibles de volver a
utilizar, especialmente las reservas de combustibles fósiles. Por ello, se ha
dado una generación de “verdes”, que se esfuerzan por perseguir valores
alternativos dentro del mismo vientre de la bestia industrial, es vivir más en
armonía con la tierra y ayudar al proceso de curación, dando a la tierra tiempo
y espacio para salvarse a sí misma.
Vivimos
en un autoengaño, encadenando de manera bastante necia el desarrollo
tecnológico a la obtención de un beneficio, hemos ignorado la repercusión de
tales tecnologías en el ambiente. Estas de cualquier clase que sean solo pueden
dar parte de la respuesta; solo una combinación de nuevas tecnologías y cambio
de valores puede ofrecer una esperanza seria.
En
1992 se celebró la cumbre sobre la tierra, tenía como principal finalidad
situar los problemas ambientales en el centro de la política y de las
decisiones económicas para garantizar que tanto los países en desarrollo como
los industrializados lleven a cabo la transición a un proceder más saludable
ecológicamente y a un desarrollo viable, que son las claves de nuestro futuro
común.
Carlo
Ripa di Meana afirmaba:” lo que debe proponerse son actuaciones concretas,
preservar la prosperidad y el desarrollo tecnológico, pero adaptándolos, o
mejor dicho forzándolos a ajustarse, a las exigencias de la viabilidad
ecológica.
Una
frase que refleja propiamente el estado actual en que se encuentra nuestro
mundo, está dado por Ernst von Weizsäcker:
“Los
precios deberían reflejar la verdad ecológica. Sólo así puede la eficacia de la
economía de mercado ser de utilidad para el ambiente”
El
título nos adentra, acerca de un panorama en el que nos desenvolvemos y que si
bien el libro, fue escrito hace ya varios años, su temática sigue vigente en nuestros días, pues no hemos
tomado conciencia de lo que en realidad causan nuestras acciones, día con día,
buscamos más y más un “progreso” traduciendo el concepto en algo material, en
una retribución monetaria, que a ahora y en futuras generaciones nos cobrará un
precio incosteable, hemos aprovechado cada recurso natural, explotándolo para
nuestro beneficio, pensando que será eterno, sin retribuirle a la naturaleza un
poco de lo que tomamos, por ello debemos considerarlo realmente como la última
oportunidad para crear edificios inteligentes, hacer uso de energías renovables
y preservar lo que aún nos queda.
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